José Antonio
Labordeta Subías (Zaragoza, 10 de marzo de 1935 - 19 de septiembre de 2010) fue un cantautor, escritor, político y profesor español, diputado en el Congreso por Chunta Aragonesista.
Cursó sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Zaragoza y
en la escuela familiar, donde concluyó el bachillerato;
se matriculó en derecho y, finalmente, se licenció en filosofía y letras por
la Universidad de Zaragoza, que le nombró en
2010 doctor honoris causa. En 1964 aprobó las
oposiciones de enseñanzas medias, como profesor de geografía,
historia y arte y fue destinado al Instituto Nacional de Bachillerato Ibáñez
Martín de Teruel,
ciudad en la que residió seis años. Tanto en este como en el Colegio Menor San
Pablo impartió clase a Joaquín Carbonell, Federico Jiménez Losantos, Federico Trillo
y Manuel Pizarro.
Regresó a su Zaragoza natal en 1970, donde siguió
impartiendo docencia en el colegio El Buen Pastor —como director y profesor de
historia— y en el instituto de bachillerato Ramón Pignatelli —situado en el
Alto Carabinas de Zaragoza—. En 1972 fundó, junto con Eloy Fernández Clemente —a quien
había conocido en su estancia en Teruel—, la revista cultural Andalán.
En 1976 participó
en la creación del Partido Socialista de Aragón y más
tarde se presentó al Senado por Izquierda Unida. Ya como miembro de Chunta Aragonesista (CHA), fue elegido
diputado por Zaragoza en 2000, y fue el
representante de este partido aragonesista en el Congreso de los Diputados desde el
año 2000 hasta
el 2008.
Fue afiliado del sindicato Comisiones Obreras desde 1977.
Acérrimo defensor del «no a la guerra»
y contrario al trasvase del Ebro, fue un arduo defensor de los
intereses de Aragón y los aragoneses y marcó una nota diferente en el hemiciclo. En un par de ocasiones llegó a
un enfrentamiento verbal con algunos diputados del Partido Popular.
En uno de ellos espetó su famosa frase «a la mierda». Él mismo decía que esta
sería la frase que le pondrían como epitafio en su lápida, y explicaba que
surgió debido a que había sido un día muy duro discutiendo sobre la guerra de Irak y
le increpaban con frases del tipo «vete con la mochila a Teruel», y en el
momento en el que alguien le dijo «qué me dices cantautor de las narices» no
aguantó más y dijo la frase porque no le dejaban hablar.
José Antonio Labordeta falleció en la madrugada del 19 de
septiembre de 2010, en el Hospital Miguel Servet de
Zaragoza, a la edad de 75 años, a causa de un cáncer de próstata que le fue
diagnosticado en 2006, y que le obligó a permanecer postrado en su casa los
últimos meses de su vida.
El último acto público que protagonizó se produjo el 6 de
septiembre de 2010, cuando los ministros de Defensa, Carme Chacón,
y de Educación, Ángel Gabilondo, le entregaron en su casa la
Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio;
un reconocimiento que el Gobierno le concedió por su sabiduría, su
pasión, sus convicciones y su defensa de la libertad y el pueblo, motivos por
los que también le otorgó la Medalla al Mérito en el Trabajo.
LIBROS:
DISCOS:
UN PAIS EN LA MOCHILA. TVE (1995 - 2000)
LABORDETA Y LOS MONEGROS
José Antonio Labordeta
estuvo muy ligado a Los Monegros. Un territorio al que hundía parte de sus
raíces y al que dedicó profundos versos que ya forman parte de
la esencia pura de Los Monegros.
Su último poemario “Monegros” se publicó en 1994. El mismo José Antonio Labordeta, en sus memorias “Regular, gracias a Dios”, narra que buscaba exaltar la esencialidad del paisaje, de este desierto Monegrino tan hermoso y al mismo tiempo tan nuestro. Lo reconoce como propio, por ello logra adentrarse en la esencia de esta tierra, con esa extraordinaria mirada poética y, en un tono socarrón, reflexiona sobre el paisaje y sus gentes. A José Antonio le estremece la compacta horizontalidad del cielo cayéndose de bruces sobre otra soledad, en un hermoso mar petrificado en el que ni los pájaros saben cómo posarse. Se adentra en la profundidad, en la misma vida tan concreta en la aridez aragonesa y el cierzo, en la soledad y en el silencio, en la metáfora del mar, de un infinito mar de desconciertos, contrastes y contradicciones; comprendiendo el autentico carácter secano de mirar al cielo aguardando la escasa y deseada lluvia. El prólogo de Antón Castro es clarificador “La tierra atormentada de Labordeta”, considerando a Monegros como uno de sus mejores libros, para terminar sentenciando que “los versos del escritor nos lo revelan todo con la transparencia de un dolor inmenso, pero también con la fascinación irremisible de quien se siente cautivado por una hecatombe de tierra atormentada”.
Un 27 de septiembre comenzó a escribir los primeros versos de Monegros.
“Nada saben los
pájaros de sombra.
Huyen, vuelan, posan
su lentitud
Sobre la clamorosa
distancia del olvido.
Sólo el viento
Los devuelve a la
vida.”
Labordeta
Labordeta se detuvo en una tierra siempre de paso, lugar de su abuela
paterna. En Memoria de un Beduino en el Congreso de los
Diputados comienza con Razones desérticas, una
primera parte que responde a una proclama
de orgullo de sus diversos orígenes aragoneses. Monegros es esencial para
comprender la figura de José Antonio Labordeta, es una planicie misteriosa, un
cielo desmedido, y una tierra atormentada, donde “En los ojos sombríos de los
hombres/ que atenazan la tierra con sus gritos/ para espantar, si cabe, aún más
el tiempo/ que, lento/ desmigaja la intemperie brutal de los estíos”.
“Mi abuela Josefa nació y se crío en uno de los lugares más agreste del
territorio de Los Monegros aragoneses, La Amolda, pueblo asentado sobre una
loma y protegido de los vientos del norte. Desde sus calles se contempla, hacia
el sur, todos los barbechos, casi infinitos, esperando la lluvia y muriendo en
unos pinares ralos y difusos, el fondo del paisaje, quizá, las últimas huellas
de lo que fueran los montes negros”.
Labordeta
Para Los Monegros José Antonio Labordeta es su poeta, una memoria que permanece
enraizada como una sabina contra un horizonte que no termina nunca a la
intemperie del sol y el cierzo, como los versos que ocupan el silencio y la
soledad en estos baldíos de tantos estíos, paramos yermos; su voz a la tierra,
al paisaje resuena desgarrada: ¡dicen que quieres que te festejen!. ¡Gracias
poeta!, que para empujar, ¡que empuje la mañana!.
En Los Monegros
resplandecientes
Al horizonte tan
solamente le irrumpe,
A la soledad, al
silencio y al vacío,
Una eterna e infinita sabina.
Me dicen que no quieres
que te cortejen,
pienso que lo que quieres
que te festejen.
Que te festejen tierra
de los Monegros
pues al paso que vamos
todo para yermos.
Todo para yermos, oye,
que te lo digo
que de los pobres nunca
hay un amigo.
Hay un amigo siempre
de los más ricos
a esos les llevan agua
y cordericos.
También les llevan hombres
de los baldíos
que con el agua cerca
se van del sitio.
Hay que coger al Ebro
y otros ríos
y aplacar con sus aguas
tantos estíos.
Tantos estíos bestias
que han hundido
a los Monegros secos
casi perdidos.
Casi perdidos pero
todos unidos
vamos a aupar la tierra
pues no han vencido.
De esta tierra hermosa
dura y salvaje
haremos un hogar
y un paisaje.
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